Tal y como sus ojos se cerraron, recibiendo el abrazo de la muerte, se abrieron de par en par minutos después. Elena Gilbert había dejado atrás su humanidad para convertirse en aquello a lo que se había negado en rotundo meses atrás. La joven era un vampiro, y todo se debía a un simple error. Un accidente de tráfico, provocado por Rebekah Mikaelson, se llevó su vida por delante. No obstante, ninguno –ni siquiera la propia Elena– contaba con que por su sistema corría la sangre de vampiro. Tras sufrir un desmayo horas antes, Jeremy la llevó al hospital. La Doctora Fell, Meredith, le diagnosticó una hemorragia cerebral, que ocultó a todos. Ella tenía el remedio definitivo, aquello que había usado en más de una ocasión para salvar vidas: sangre de vampiro. No dudó en inyectársela a Elena, logrando así que la hemorragia sanara al instante. Tal vez Meredith no lo hizo a conciencia, pero en el tubo del que extrajo la sangre, escrito en letras negras, ponía Damon Salvatore. En efecto, tiempo atrás, Fell le robó la sangre a Damon. Apenas logró sacar tres tubos, pero casualmente no los había usado todos; y es que no es fácil ser humana y dejar inconsciente a un vampiro para sacarle la sangre.

Antes del despertar, Elena había tomado por fin una decisión. Después de mucho meditar, de preguntarse a sí misma que sentía por los hermanos Salvatore, llegó a la conclusión de que debía ser Stefan el elegido. Después de todo, fue al primero que conoció. Fue del primero de quien se enamoró, y el que realmente logró sacarla de aquel agujero negro de tristeza y depresión en el que quedó tras la muerte de sus padres. Sí, todo eso sirvió para que Elena pudiera tomar una decisión; aunque no por ello se sintió mejor. Había dejado ir a Damon, perdiéndolo para siempre, librándolo de las ataduras que le suponía no saber que elegiría la humana. Y su corazón se habría resentido por aquello, si hubiese tenido tiempo. Pero no lo tuvo. Apenas había colgado el teléfono, despidiéndose del mayor de los Salvatore, cuando Matt perdió el control del volante y la camioneta terminó en el río.

Las primeras horas fueron las peores. Saber que había muerto y que si no tomaba sangre humana, encontraría la muerte verdadera, no fue fácil de asimilar. Elena se negaba a convertirse en vampiro, era algo que siempre había tenido muy claro y que no podía dejar que cambiara. Vagar por el mundo alimentándose de humanos, no era su ideal de vida. Por ello, se negó a completar la transición por más que Stefan y Damon le insistieron. Ninguno podía perderla, aunque solo uno, Stefan, era su pareja. Sin embargo, fue otra persona quien logró convencerla: Jeremy. Para el menor de los Gilbert no fue fácil aceptar la muerte de Alaric, la única familia que le quedaba junto a su hermana. De hecho, despedirse de él en forma de fantasma fue un golpe duro que no podría superar fácilmente. No obstante, y aunque sabía que su hermana se transformaría en un monstruo, le rogó porque completara la transición. ¿Qué haría él solo en el mundo? No tenía a nadie más. Todos cuantos había querido, habían perecido por una causa u otra. Solo tenía a Elena, a su hermana mayor, y no permitiría que muriese bajo ningún concepto. Los ojos llorosos de Jeremy y sus palabras de suplica bastaron para que Elena comprendiera que tenía razón. La vida se le complicaría siendo vampiresa, pero antes que su propia felicidad, estaba la de su hermano. Por ello, y ante los ojos de Stefan, Damon y el mismo Jeremy, la joven tomó la sangre de una bolsa que la llevaría a convertirse, definitivamente, en un vampiro.

Y mientras los hermanos Salvatore lidiaban con la neófita, Caroline Forbes lloraba la muerte de su amado Tyler. Ignorando que Niklaus realmente no había muerto, trataba de encontrar una explicación lógica que la llevara a la respuesta de porque la línea de Klaus no había fallecido junto al híbrido. Todos estaban bien, ni un solo rasguño. Todos, excepto Tyler. Lo creyó muerto durante días, hasta que él mismo hizo acto de presencia. La explicación que dio fue extraña: tan solo estuvo todo ese tiempo sufriendo cambios en su cuerpo. Transformándose en licántropo sin control, vomitando sangre a borbotones. Sintiéndose terriblemente mal, físicamente hablando. Caroline no vio otra salida más que creerle, pero lo que la joven Forbes no sabía, es que todo era una vil mentira. No era Tyler quien hablaba, si no Klaus dentro de su cuerpo.

Bonnie, quien había sido la ejecutora del plan, se sentía cada vez peor. Por su culpa, todos creían a Klaus muerto, cuando el peligro seguía tan presente como siempre. Por una parte quiso confesar la verdad, pero por otra no se atrevía. Y es que, desde el otro lado –aprovechándose de la debilidad de Bonnie tras haber usado la magia negra para paralizar el corazón de Klaus días antes– Esther, la bruja original, la manipulaba. La venganza de la madre de los Mikaelson no había hecho más que empezar. No dejaría que Niklaus se saliera con la suya, y que sus hijos, aberraciones como ella los llamaba, siguieran viviendo por más tiempo. Su plan era claro: incitaría a Bonnie a usar la magia negra, y que ella misma diera muerte a los originales. Así, con ello, todos los vampiros existentes perecerían. Pero antes de lograr que la bruja se consumiera por completo ante el poder oscuro, Bonnie terminó por enmendar su error. Deshizo el hechizo que obligaba a Klaus a poseer el cuerpo de Tyler, y con ello, Lockwood volvería a ser él. Así mismo, Klaus recuperó su verdadera forma. Caroline no podía dar crédito. ¡Había estado besando a Klaus! Y no solo eso, si no que pasaron a mayores, creyendo que era Tyler. La ira de la vampiresa se pronunció, y el híbrido original no obtendría su perdón tan fácilmente. No obstante, los sentimientos de la rubia se verían confusos entre su actual pareja, Tyler, y Niklaus.

Matt, por su parte, se alegró de saber que su mejor amigo seguía vivo. Algo bueno dentro de toda la tragedia que se cernía sobre ellos una vez más. Se sentía culpable por haber sacado a Elena de su casa aquella noche; la noche en la que perdió la vida en el puente Wickery. Pero no solo eso, si no que estaba terriblemente enfadado con Rebekah, la que provocó el trágico desenlace. Sin pelos en la lengua, se armó de valor para ir a pedir explicaciones. Nada de lo que la original pudiera argumentar le serviría para comprenderla y perdonarla. Se sentía traicionado, porque en algún momento que aun no lograba descubrir, empezó a sentirse atraído por ella. Iluso de él, Donovan no fue capaz de reprocharle cuando Rebekah le explicó la verdad. ¿Quién era él para hacerlo? Comprendía perfectamente lo que significaba perder a un hermano, y de haber estado en el lugar de Rebekah, probablemente hubiera actuado igual. Sin embargo, Elena era su amiga, su mejor amiga, y no podía aceptar que por culpa de Rebekah ahora fuera un vampiro. La respuesta a un posible perdón o una reconciliación se quedó en el aire.

Y así pasaron los días, y con los días llegaron las semanas, hasta completar tres. La sheriff Forbes y Carol Lockwood, tras el incidente que llevó al consejo a saber, por culpa de Alaric, que Caroline y Tyler eran seres sobrenaturales, pidieron ayuda a Damon para que le dieran el cambiazo con la verbena. Una vez lograron que el sistema de todos estuviera libre de ésta planta, el vampiro les borró la memoria.
Elena luchaba por salir adelante con su nueva condición. Tenía a Stefan para ayudarla, incluso a Damon, aunque receloso y distante. La frialdad del vampiro la mataba por dentro de tristeza, pero no podía reprochárselo. Ella había escogido a Stefan después de todo. Pero las cosas no eran tan sencillas. Tras completar la transición, todos los recuerdos que una vez fueron borrados por la compulsión, vinieron a su cabeza como si de imágenes de un fotograma se tratara. Y entonces lo supo: fue a Damon a quien conoció primero, no a Stefan. También recordó la primera vez que el mayor de los Salvatore le confesó amarla, alegando que no podía ser un egoísta, y que ella estaría mejor con Stefan. Tantas cosas que la neófita desconocía, y que ahora eran claras como el agua. Sabedora de ello, se sintió más confusa que nunca. La excusa de conocer antes a Stefan acababa de perder toda lógica. Y lo peor de todo, es que Damon era consciente de que Elena sabía la verdad. Por ello, el vampiro tomó la decisión de marcharse de Mystic Falls, tal y como acordó con Stefan antes del fatal accidente de Elena y Matt.

Pero cuando Damon hacía las maletas, Elena se presentó en la mansión Salvatore, rogándole porque no se marchara, suplicándole porque no la dejara ahora, cuando más le necesitaba. Tal vez fue un acto egoísta por su parte, pero desde que era vampiresa, era más impulsiva. Todas sus emociones se habían amplificado, y ya no podía ignorar lo que sentía por Damon como días atrás. Las dudas del vampiro abatieron a Elena, que a pesar de todo no se rendiría. Un beso sirvió para calmar dichas dudas, y unas palabras sinceras para convencerle de que se quedara. Pero tras conseguir su propósito y marcharse de la mansión, Elena se formuló la pregunta del millón: ¿y ahora qué? Se suponía que ella y Stefan volvían a estar juntos. Se suponía que besar a otro teniendo pareja, estaba mal. Se sentía tan confusa, tan abatida y hundida, que lo pagó con quien menos hubiera querido: un par de adolescentes cercanos al linde del bosque con la mansión Salvatore. El hambre de la neófita logró nublarle los sentidos, y los atacó hasta no dejarles ni una gota de sangre en sus venas. Aquello firmó la sentencia de Elena, que las últimas tres semanas había logrado controlarse. El asesinato de los dos adolescentes hizo sentir culpable a Elena, quien tenía todas las papeletas para convertirse en lo mismo que había sido Stefan: una destripadora. Matar sin ser consciente de ello, y sentirse culpable después. Sin duda, los hermanos Salvatore no podían dejarla sola en ese momento. Pero la tensión entre los tres era cada vez más complicada.

Los hermanos Mikaelson no tardaron en saber que Klaus estaba vivo, y por ello regresaron a Mystic Falls. Al igual que Katherine Pierce, que llevaba observando desde la sombras durante unos días. El problema, es que su regreso se debía a todo lo contrario. Ella realmente creyó que el híbrido estaba muerto, y ahora que sabía la verdad, estaba dispuesta a huir como de costumbre. Pero hubo algo que la detuvo. Saber que su réplica era vampira, que tendría que convivir durante toda la eternidad con un clon, la dejó más que molesta. La rabia se apoderó de ella, y pronto hizo acto de presencia en la mansión Salvatore. Aseguró que solo quería ayudar a Elena en su nueva vida, y aunque ninguno de los hermanos parecían muy conformes con la idea, terminaron cediendo. La idea de Katherine no es otra que convertir a Elena en una verdadera asesina, como lo es ella.

Pero lo peor estaba por llegar.

La magia negra cada vez tenía más perdida a Bonnie, que terminó por abrir el portal del otro lado bajo la influencia de Esther, quién había optado por destruir a sus hijos con sus propias manos, aunque sin desechar la idea de que Bonnie la ayudase. Tal vez sea Jeremy su próximo objetivo, dado que posee un anillo como el de Alaric. Dado que el colgante de la bruja original -aquel que Elena llevó durante meses y que años antes perteneció a Rebekah- está desaparecido, el portal no podrá cerrarse. El objetivo de Esther es encontrarlo antes de que otros lo hagan, para tenerlo en su poder y que el portal no se cierre hasta que su plan se haya llevado a cabo: matar a sus hijos.
Ahora todos los fantasmas, incluida la bruja original, están de vuelta en Mystic Falls. Unos aclaman venganza, otros volverán a ver a sus amigos y a su familia. Pero, sin duda, los problemas crecen por momentos en el pueblo.