Dos bandos. Dos estados.
Imagina al mundo, en el pre-apocalipsis.
Imagina todo el mundo cambiando. Imagina que puedes tener poderes.
Imagina que tienes que elegir un lado o morir.
Luchar por tus motivos, o por tu conveniencia.
Está todo en tus manos... Relativamente en tus manos. El mundo depende de ti.

Avaricia.

El silencio reina por todas las calles del mundo. La gente ya no habla de la crisis. Ya de eso no existe. ¿Cómo va a existir cuando está todo mermado y extinguido? A base de usar todas las explotaciones naturales que teníamos, se han agotado. El petróleo, principal explotación natural que se usaba de forma masiva y que a pesar de no hacer caso a los expertos, se siguió usando, está completamente desaparecido. Nadie recuerda ya lo que hace el petróleo y seguro que alguien lo agradece por la contaminación. Cuando eso es lo que más ahí. Por todos los cambios atmosféricos y terrestres ajenos (o no) a la mano del ser humano, han ocurrido desastres naturales que ha dejado a gran parte del mundo completamente destruida. En la primera década del siglo XX comenzaron los primeros desastres: tsunamis, terremotos, erupciones volcánicas... y ahora, después de haber pasado medio siglo, toda África ha quedado arrasada por el hambre, por la necesidad de vacunas, de lugares que fuesen explotados por la mano del hombre para poder construir infraestructuras y hacer que el tercer mundo, dejase de ser eso, el tercer mundo. Pero, si ya con esto, es para quedarse completamente aterrorizado, sólo queda saber que una parte de Asia también ocurrió lo mismo. El mundo ha quedado dividido en dos. Oceanía y América por un lado, y Europa y parte de Asia, por otro. Aún a pesar de todo aquello, hay zonas como la Antártida, Groenlandia y todo el continente de África que dejaron de ser noticia hace ya mucho tiempo. Las noticias dejaron de dar partes referente a aquellas zonas, los estados creados a partir del nuevo mundo, no contestaba a esas preguntas. Están tan asustados que no saben que decir o hacer.

Gula. Lujuria. Pereza.

Los gobiernos desaparecieron hace tiempo. Ahora solo hay dos gobiernos centrales, uno para cada zona. Las ayudas que cada país otorgaba a sus ciudadanos habían quedado simplemente para los libros de texto. Ahora, si querías llegar a tener un sueldo con el que pudieses mantener a una familia pequeña debías de ser militar, como mínimo. Los trabajos civiles estaban mal pagados y se trabajaba como si se fuese esclavos. El vestir solo servía para no pasar frío en invierno. Enfermedades que fueron erradicadas o paralizadas habían vuelto, y la sanidad se había vuelto privada. La educación era igual, también privada. Más que por la gente adinerada que podría permitirse.

Soberbia.

En la Navidad más cruda que se recuerda en los países bajos nació Pieter Van Den Hoogenband. De una familia bien posicionada debido a su linaje. Todos los hombres de su familia habían pertenecido al ejército, y él iba a ser criado desde niño para ello. Estudió bioquímica a la vez que estaba en el ejército. Consiguió terminar la carrera con notas excelentes, los expertos decían que tenía un coeficiente intelectual superior a la media. No tardó en dejar su trabajo como bioquímico para seguir enteramente propuesto para la milicia. Consiguió obtener el mayor puesto dentro del ejército de tierra y pasó a tener una vida política con sus ideas militares. Consiguió ser ministro de asuntos exteriores y después de Guerra. Fue subiendo escaños e importancia en un partido político que se basaba en mentiras y varios años después consiguió llegar al poder.

En Sidney nació en primavera un chico de una familia numerosa y de clase media-baja. Fue bautizado bajo el nombre de William Johnson. Era el cuarto hijo del matrimonio de lo que iba a ser una cuantía total de siete hermanos. Desde siempre fue enseñado a ser una persona fiel a sus principios, generosa y que ayudase al prójimo fuera cuales fueran las situaciones. Él repudiaba a su propia sangre, avergonzándose de ellos y de su raíz. En aquel tiempo no tuvo más opción que entrar a la marina y comenzar a formarse. No le consideraban un chico con un coeficiente intelectual asombroso, pero sobrepasaba la media. William era el típico chico inmerso en sus estudios académicos y militares. Estudiaba mucho para ser el mejor, para sentirse orgulloso de sí mismo. Consiguió consagrarse a las letras y llegar a ser almirante. Conforme iba codeando con gente de la literatura, la filosofía y la religión, fue subiendo escaños en su situación social y económica, terminando por negar a su familia como verdadera, y cuando tuvo oportunidad se afilió a un partido político que tomaba fuerza entre las clases sociales bajas, promesas en castillos de arena que poco a poco se iban a ir derrumbando una vez que William llegó al poder.

Envidia.

Los dos gobiernos que llevaban a sus continentes con mano dura y exigencia, a la par que disciplina y muchas restricciones, se notaba entre ellos la crispación. Los jefes de gobierno de ambos continentes no se llevaban bien. Sus ideas políticas eran distintas entre un régimen y otro, aunque fuesen cortados por el mismo patrón. Todas sus diferencias los han llevado a estar constantemente retándose, intentando ser mejor, ser superior al otro. Las guerras que hacían, eran en sitios que habían sido arrasados y que no perdían nada, lugares neutros, llamaban. Mientras que en los continentes, reinaba una paz demasiado grande, demasiado preparada estaba todo que en el ambiente se notaba todos los problemas que la gente callaba por miedo. Nadie hablaba sobre la tensión en las calles, sobre que la prensa y los gobiernos se limitaban a ver quien era el mejor, ¿se podría ser mejor en unas batallas sin cuarteles?

Ira.

Ni a William ni a Pieter le gustaba que el otro le intentase hacer sombra. No les gustaba tener un enemigo con el que estar gastando lo poco que tenían, ya que todo lo que les quedaba los querían para sus amigos, sus fiestas y sus gastos. ¿Y por qué usar las batallas cuerpo a cuerpo? ¿Para qué seguir con todo aquello que sólo hacía que fuese monótono y aburrido? Ambos gobiernos se pusieron manos a la obra con lo que creían que para el enemigo iba a resultar una sorpresa. Usar los avances científicos y de tipo genético de las últimas décadas a su favor. Abrieron grandes laboratorios e hicieron llamar a los expertos en temas químicos, físicos y genéticos para elaborar la mejor máquina de matar: el propio hombre. Los manipulaban genéticamente hasta conseguir que tuviesen poderes. Mutantes los llamaban. Personas que podían hacer cosas totalmente sobrenaturales e imposibles para un ser humano normal y corriente.

Muchas personas manipuladas genéticamente han conseguido captar la atención del gobierno han que han sometidos, la gran parte por la fuerza, y quedan bajo su mando sin nada más que hacer que resignarse y hacer el trabajo bien. El gran porcentaje de ellos acaban como militares, siendo entrenados para la guerra que se avecina, otros, sin embargo prefieres hacer de rastreadores. Los rastreadores son los encargados de perseguir a otros mutantes ya fuesen de los que fueron alterados o de los que nacieron con esas aptitudes. Deben de conseguir el mayor número de adeptos en el menor tiempo posible. Ambos gobiernos tienen rastreadores repartidos por todo el mundo, incluso en el bando enemigo. Muchos mutantes que han tenido los gobiernos y no les han servidos por sus poderes o por la actitud que tenían, han sido enviados al exilio, están en busca y captura y quieren sus cabezas. Claro, esto es una parte, porque los enemigos querrán reclutarlo para que se una a sus filas.


Una guerra. Dos luchadores. Un sólo vencedor.
Se avecina terribles consecuencias por el pasado.
El mundo huele a guerra cercana, huele a muerte.
¿Quién sobrevivirá? ¿De qué lado estás tú?